Sola tuvo que enfrentarse a las miradas,
y no dijo nada.
Sola soportaba las pisadas y ruidos,
y me dijeron,
que se fue acostumbrando.
Sola vivió la sequía casi a diario,
y esperó pacientemente la mano protectora
que nunca llegó.
Después me marché, sin saber nada más de ella.
Si tu la ves: dile ¡por favor!
que yo la sigo acariciando en mi recuerdo.